Por: Ángel Iván García Rodríguez
CASTILLO
José María, La humanidad de Dios, Trotta,
Madrid 2012.
pp.118.
ISBN:
978-84-9879-250-8
José María Castillo es uno de los teólogos
más notables de España y América. Se ha desempeñado como
catedrático en la Universidad de Granada y en la Universidad José Simeón Cañas,
UCA, El Salvador. Ha mostrado gran interés y sensibilidad por los temas de la
justicia, el compromiso con los pobres y, a través de sus reflexiones teológicas,
ha intentado responder a los desafíos y cambios que experimenta la sociedad
contemporánea actual.
El nuevo libro de José
María Castillo, se titula La humanidad de
Dios conformado por nueve capítulos en los cuales da cuenta de la actual
crisis de fe que se vive en el mundo, ocasionada por la forma falseada de
pensar, hablar y relacionarse con Dios. En muchas ocasiones, se presenta a un
Dios infinitamente poderoso e infinitamente bueno. Esto trae como dificultad el no poder
conciliar las ideas humanas sobre Dios con la realidad de sufrimiento que se
vive en el mundo; por ello, se ha echado mano al poder y se ha presentado a un
Dios autoritario, prepotente, dominador, justiciero, amenazante, por
consiguiente, un Dios totalmente deshumanizado. Pretende Castillo ahondar en
las raíces más humanas, especialmente, en la humanidad de Jesús de Nazaret,
para que desde allí podamos acceder al encuentro con un Dios humanizado.
Sin embargo, no resulta
nada fácil pensar y hablar de Dios en el mundo, porque Dios no está al alcance de los seres humanos. A Dios nadie lo ha
visto. El Dios representado responde a las ideas racionales que poseen los
seres humanos que han sido inculcadas en sus propias religiones. Una de las
vías para poder hablar y pensar en Dios (trascendente) es desde nuestra propia
inmanencia, quiere decir esto, desde nuestras propias categorías y
representaciones. A Dios no lo podemos abarcar y conocer porque se manifiesta
como un ser trascendente. Dios no está al alcance de nuestras especulaciones
racionales.
No obstante, el autor
reitera, que la crisis actual de la fe en Dios está relacionada a la manera
como se ha presentado la imagen de Dios, tan distante de la propia realidad
humana; por ello, Dios no le dice nada a la gente, más bien, está vinculado a
lo sagrado-divino. Esta imagen de Dios distante de la realidad humana lleva a
las personas a desvincularse del compromiso con la justicia y con los pobres.
Un Dios adecuado y acomodado a cada individuo. Por tanto, el descubrimiento de
un Dios-humano lleva a los individuos a fundamentar su fe en la práctica de una
ética que comporta la justicia y el compromiso con los más desfavorecidos. Una
ética basada en la bios (vida) de
Jesús basada en la práctica de la misericordia.
Por otro lado, el autor
recuerda que el centro del cristianismo es el mismo Jesús de Nazaret, o sea el
Jesús terreno. Por tanto, la humanidad de Jesús posibilita que los seres
humanos entren en contacto con Dios, y esta afirmación, el autor, la
fundamentará a través de las tradiciones del Nuevo Testamento: la tradición de
Pablo de Tarso, la tradición del evangelio de Juan y la tradición del evangelio
de Mateo. En estas tradiciones se afirma lo siguiente: 1) que el Dios de Jesús
es un Dios que se vacía de sí mismo; 2) que el Dios de Jesús es un Dios que se
ha humanizado; 3) que el Dios de Jesús es un Dios al que se le encuentra en
cada ser humano. Estas tradiciones muestran que el Dios de Jesús se muestra
desde la realidad humana. Sin embargo, no ha
sido nada fácil armonizar la humanidad de Jesús y del Padre de Jesús, para ello
la mística y la teología han intentado mostrar lo más original de la primitiva
tradición cristiana.
Es muy cierto que las
religiones han causado una serie de divisiones entre los seres humanos, pero
aún más, se han creído dueños de la persona de Jesús. Sin embargo, Jesús no
pertenece a una religión, a una Iglesia, Jesús pertenece a toda la humanidad.
Finalmente, la Iglesia
y la teología tendrán futuro si, en la medida de lo posible, intentan responder
a los signos de los tiempos que hoy se presentan en esta nueva humanidad. Si
hace lo contrario, tendrá consecuencias nefastas para ambas, llevándolas a una
intensa y progresiva involución y seguirá perdiendo consistencia frente a otros
saberes.
Este libro, leído de
manera pausada y reflexionada se puede convertir en un gran itinerario
espiritual que ayude a depurar la idea que de Dios se maneja, y la manera de
entender y practicar la religión. Es un intento de recuperar desde la humanidad
de Jesús lo más original de Dios, y de esta manera desmitificar las
concepciones que de Dios se han hecho en la historia de las religiones.
Ciertamente, que para
algunos puede parecer un escándalo que el lugar del encuentro con Dios no es ya
lo «sagrado», «el
templo», sino
lo puramente humano, por tanto, para que
el ser humano se encuentre con Dios tiene necesariamente que experimentarse
humano. A mi parecer, para vivir de una
manera madura la fe cristiana es
necesario experimentarse y aceptarse profundamente humano, es una condición
previa, como también, tener la certeza que Dios desde nuestra propia humanidad,
y desde nuestra propia historia concreta, actúa a favor nuestro, porque
entiende y comprende nuestra condición humana.
Este texto, escrito
de manera sencilla, pero con rigor científico y teológico, no deja de ser una
ayuda para aquellos que desean vivir la búsqueda y la aventura de descubrir al
Dios que se vacía de sí mismo, al Dios humanizado, al Dios que podemos
encontrar en cada ser humano, y especialmente en aquellos que sufren, y que se
le puede acceder a través de la humanidad de Jesús, en el Misterio de la Encarnación.
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