lunes, 6 de abril de 2015

DOLOR Y SUFRIMIENTO EN LA CRUZ


Por: Mario Aguilar Joya
Doctor en Medicina

Por algún tiempo se habían considerado como sinónimos los términos Dolor y Sufrimiento. La verdad es que después de muchas décadas de estudios por ramas tan diversas como la Moral, Medicina, Sociología, Filosofía y la Teología, hoy sabemos que no son equivalentes, aun cuando invariablemente el dolor puede llevar al sufrimiento, también se sabe que puede haber “gran sufrimiento” con “muy poco dolor”.

En términos generales el dolor es una sensación universal que se origina como resultado de respuestas físicas a estímulos externos que son considerados como perjudiciales. En cambio el concepto de sufrimiento es más complejo y por tanto difícil de precisar por lo que es frecuente encontrar diferentes definiciones: “Estado constante de intranquilidad mental”, “Período desagradable de incomodidad total” “Malestar severo que afecta moral, psicológica y espiritualmente al individuo”.  El dolor es una sensación de los cuerpos humanos, en cambio el sufrimiento es adolecido por las personas.

El investigador y doctor Eric Cassell, en su libro La naturaleza del sufrimiento y la finalidad de la medicina, puntualiza que el dolor físico puede llevar al sufrimiento físico y eventualmente al sufrimiento total si este dolor es severo en intensidad, incontrolable y con la sensación de ser interminable.  Es así como desde hace mucho tiempo este modelo y muchos otros nos han ayudado a estudiar y comprender mejor el dolor y sufrimiento que adoleció en la cruz durante la pasión y posterior muerte, Jesús de Nazaret.  Los estudiosos han llegado a la conclusión que durante ese martirio, se soportó tanto dolor como sufrimiento.  La pasión dolorosa de Jesús cumplió con las características antes mencionadas de ser intenso (una sangrienta flagelación), incontrolable (infringida por otras personas con la finalidad de hacer mucho daño)   e interminable (ser colgado de una Cruz hasta que muriera).    

Por lo que  podemos afirmar que no solamente hubo dolor sino también gran sufrimiento físico.  A esto se le agrega el sufrimiento moral de permanecer semidesnudo, crucificado; el sufrimiento psicológico por  haber sido abandonado por aquellos que días atrás lo seguían y lo buscaban para ser alimentados o curados; fue además desamparado por sus seguidores más cercanos, uno de los cuales (Pedro) llego a negarlo, no una sino tres veces. Por último, el sufrimiento espiritual que conlleva a la sensación de abandono total al final de su vida y que lo impulso a clamar “Señor, Señor porque me has abandonado”, en un sereno recordatorio de la relación que existe entre el sufrimiento y la esperanza del Justo.

Las palabras se agotan y no se pueden encontrar frases que describan el dolor, sufrimiento, angustia y soledad que debe haber tolerado en sus últimos momentos el Jesús crucificado; sin embargo aprendemos de Él que superar el sufrimiento no significo eliminarlo, por el contrario representó para el crucificado confiar y entregarse a la voluntad trascendente de Dios Padre.  Somos nosotros los que también debemos tener la certeza de fe que la  resurrección de Jesucristo nos debe conducir a  que la esperanza de la justicia se sobreponga  al fenómeno del dolor, sufrimiento y la muerte.