martes, 27 de agosto de 2013

La Iglesia de Jesús. Proceso histórico de la conciencia eclesial, de Rufino Velasco (Recensión)



Por: José Echeverría.

Rufino VELASCO, La Iglesia de Jesús. Proceso histórico de la conciencia eclesial,
Editorial Verbo Divino, Estella (Navarra) 1992.
443 páginas.
ISBN: 8471517825.


1- partiendo de las experiencias fundantes que dieron origen a la Iglesia, presenta su eclesiología bíblica exponiendo las diversas tradiciones dentro del Nuevo Testamento.
En sus dos vertientes principales: la tradición paulina (incluyendo Lucas/Hechos) contrastándola con la tradición del discípulo amado.
Es cosa ya suficientemente probada que de lo ocurrido con Jesús nacieron tradiciones muy diferenciadas, que entraron en serios conflictos unas con otras. Esto se debía a diversas formas de sentirse y de comprenderse como Iglesia. Estas tradiciones integran lo que sigue siendo normativo en toda reflexión sobre la Iglesia. Pero esa normativa no agota la realización ni la comprensión de la Iglesia. Lo cierto es que la Iglesia sigue siendo «creación» del Espíritu al interior de la historia. Y esa historia sigue siendo constructora de Iglesia a unos niveles de profundidad en los que emerge la conciencia del carácter histórico de la Iglesia y la historicidad constitutiva de toda Teología. El Espíritu conduce a la Iglesia por innovadores y creativos caminos, desde dentro de la historia, hacia la verdad y hacia su realización completa. Pero una cosa es la conducción del Espíritu y otra la fidelidad o infidelidad de la Iglesia a la intención del Espíritu en cada época histórica.
Es necesario tomarse absolutamente en serio la condición histórica de la Iglesia, y  la historicidad esencial de toda eclesiología si se quiere que sus categorías sirvan para avanzar, no para detenerse o retroceder, en la comprensión de la teología.
La palabra proceso debe entenderse también en su otro significado de procesar, someter a proceso histórico abusos y distorsiones eclesiológicas sustanciales por una persistente deshistorización de la Iglesia, e identificación de la Iglesia como tal con sus concretas configuraciones históricas (pág 8).
2- Exposición y crítica de la realización histórica de la Iglesia: (pág 91).
Se han dado cambios históricos decisivos (paradigmas) que han marcado un nuevo rumbo desde situaciones históricas cambiantes: el acontecimiento Jesucristo, su experiencia pascual, el anuncio apostólico como evangelización del Reino; el rechazo y ruptura con el Judaísmo; encuentro y ósmosis con la cultura Helénica; la persecución del imperio; la conversión de Constantino y el cristianismo como la religión oficial del imperio; la invasión de los Bárbaros. A comienzos del segundo milenio la cristiandad está ya perfectamente establecida, nos encontramos con la Iglesia en poder de los laicos, soberanos temporales; época del imperio carolingio (año 774), y el sacro imperio romano-germánico (siglo XI y XII que es la primera edad media).
La Reforma Gregoriana (año 1075); el principio protestante, la respuesta de un proyecto de contra reforma; el concilio de Trento y el Vaticano I. Son expresión de  la Iglesia a la defensiva frente al mundo moderno (pág. 187).
Estos paradigmas históricos fueron abordados e interpretados primero por la Patrística (casi todo el primer milenio, con predominio de una teología de comunión y participación). Luego  por la reflexión teológica que llamamos teología «escolástica» que es un formidable ejercicio de penetración teológica en los artículos de la fe (pág 189).
Desde esa especie de Medioevo continuado que pretende ser la Iglesia tridentina, una era de juridicismo, una ortodoxia, no sólo de la fe sino de la teología, queda fijada por una especie de canonización del sistema conceptual y verbal heredado de la escolástica que, desde entonces hasta nuestros días, ha hecho cuerpo con el catolicismo.
3- Concilio Vaticano II, nuevo paradigma de comprensión (pág. 232).
Un cambio histórico de gran envergadura se ha iniciado, con el concilio Vaticano II. Centrado en el tema de la Iglesia en su ser comunión de comunidades y en su quehacer pastoral de evangelizar; están todavía por desplegarse sus virtualidades más importantes. Inmersos aún en este gran acontecimiento eclesial, nuestro desafío fundamental sigue siendo la fidelidad al cambio histórico expresamente pretendido por la inspiración de fondo del Vaticano II y que este punto debe ser considerado como uno del que depende el ser o  no ser de la Iglesia en el futuro. Es vital que la teología comprenda el alcance histórico de este concilio, que tenga en cuenta la posibilidad de que este concilio pretendiera un cambio histórico en la comprensión de la fe cristiana y en la comprensión de la Iglesia del tercer milenio.
Los teólogos deben seguir afirmando que a cincuenta años de distancia, es cada vez más claro que este cambio de época es la causa y la finalidad del Vaticano II. Reafirmar, por tanto, que el cambio histórico pretendido por el Vaticano II es tocar un punto clave que afecta profundamente a la manera de entenderlo, y que debe servir de criterio para juzgar la fidelidad o infidelidad al concilio de las diversas interpretaciones de la teología actual. Esto no significa partir de cero, sino recuperar niveles más profundos de la tradición.
Pensar que el concilio quedó ya superado significaría dejar de lado la cuestión de fondo, que sigue siendo una cuestión pendiente: un nuevo modelo de comprensión, su concentración en el tema de la Iglesia como lugar central. Fruto de esta opción han sido dos documentos de capital importancia: la Lumen Gentium y la Gaudium et Spes. Lo cual implica que el cambio histórico desencadenado por el concilio comporta, ante todo, un «giro copernicano» en su manera de relacionarse con el mundo en perspectiva de una reflexión sobre el condicionamiento histórico del cristianismo y sobre la gran importancia de estar atentos a los signos de los tiempos, de distinguir entre la sustancia de los dogmas y su formulación histórica o sea una comprensión de la historia como «lugar teológico», no en el sentido tradicional de encontrar en ella lo que ya se sabe por la revelación cristiana, sino en el sentido estricto de elemento intrínseco en la constitución de la revelación y en la constitución de la Iglesia, ya que éstas son realidades acaecidas y constituidas dentro de la historia y a través de concretos acontecimientos históricos (pág. 235).
Se trata, en resumidas cuentas, de superar una etapa de profunda deshistorización de la fe y de la Iglesia, y de toda reflexión teológica. Hay que replantearse la versión histórica que hay que dar a la fe y a la Iglesia, desde dentro de la historia, para la consumación teológica del proceso histórico según el evangelio. Se trata de pasar de una «forma histórica» de fe, a otra «forma histórica» distinta, nueva, tal como lo exige la condición de una Iglesia semper reformanda.
Valoración Crítica: La teología actual no debe reducir el concilio a la nada, ni relegarlo a la inoperancia como un hecho del pasado prácticamente irrelevante. Paradójicamente, parecería que el Vaticano II hubiera suscitado una oposición aguerrida, sin encontrar, en cambio defensores convencidos. El Vaticano II no es sólo un acontecimiento que tuvo lugar en el pasado, sino que está aconteciendo todavía, y nuestra vida creyente actual, y la vida de la Iglesia actual, transcurren bajo ese acontecimiento. No es nada fácil estar a la altura del cambio histórico desencadenado por el concilio, y ese cambio se realiza necesariamente a través de un proceso que no tiene por qué ser lineal y uniforme. Así ha ocurrido con todos los grandes concilios en la historia. Han abierto un camino capaz de imprimir una forma nueva al cristianismo pero a través de altibajos, de avances y retrocesos. Pero la época histórica que trató de cerrar el Vaticano II está definitivamente cerrada y la época nueva que quiso abrir sigue ahí abierta y más desafiante. En ese sentido puede decirse que lo más importante implicado en la teología conciliar está todavía en el futuro.
No se trata sólo de entender y profundizar los documentos conciliares, se trata también de proseguir el concilio, de hacerle avanzar. No se puede ser fiel al concilio sino yendo más allá que él en innovación y en creatividad permanentes. En definitiva, el Vaticano II fue un acontecimiento del Espíritu, de ese Espíritu que sigue siendo «creador» de su Iglesia. Hay que afirmar con toda energía, que «pueblo de Dios» es el concepto base y punto de partida de la constitución Lumen Gemtium y reconocer en esta orientación una de las mayores originalidades del concilio; ya que presenta una visión dinámica y evolutiva de la historia, flexibilizando esquemas rígidos, intemporales, que no tienen en cuenta los condicionamientos históricos. La categoría «pueblo de Dios» centra la tarea de la Iglesia en el esfuerzo por la liberación y la dignidad de los hombres poniendo en primer plano nuestra condición común de creyentes. «Pueblo de Dios» designa esa realidad englobante de la Iglesia, previa a toda diferenciación, que remite a lo básico y común de nuestra condición eclesial: nuestra simple condición de creyentes como la realidad primaria y fundamental desde la que hemos sido «constituidos en pueblo». Es obvio que lo primero es la comunidad de todos los creyentes, previa a las distintas funciones, servicios o ministerios. Y, por supuesto, que esto implica una igualdad fundamental de todos en cuanto a la dignidad y a la acción común de todos los creyentes (LG 32). No es nada fácil concordar «verdadera igualdad» con jerarquía y, estando las cosas como están, el peligro es que esa igualdad no supere jamás la mera retórica (pág. 265).
También esto exige un proceso histórico; es cuestión de nueva conciencia eclesial que debe irse creando, y es cuestión de prosecución de que en la Iglesia de Jesús la única realidad decisiva es nuestra comunión en la caridad, que no es un carisma, que es más que todos los carismas juntos, porque es el ámbito concreto en que acontecen la fe, la gracia y la salvación.
En la Gaudium et spes por primera vez en la historia, la Iglesia pone como base de un documento solemne un análisis de la situación histórica. Lo que emerge es la conciencia de que la fe es una configuración histórica particular que nos obliga a leer en la historia misma la llamada de Dios. El Vaticano II es hijo de su tiempo, como lo fueron todos los concilios. Y desde sus condicionamientos históricos, ha sido todavía un concilio eurocéntrico que habla desde el Primer mundo. Sin duda que posee un valor duradero y permanente con principios sólidos que fundamentan una nueva praxis de la Iglesia en relación con el mundo. Es la Iglesia que toma conciencia de formar parte de la historia humana como pueblo de Dios; es hablar de convergencia previa en una sola humana realidad; es prestar atención al tema de los «signos de los tiempos» como reflexión sobre el condicionamiento histórico del cristianismo que los interpreta a la luz del evangelio (GS 4). Es la capacidad de unir la verdad evangélica a las exigencias de la historia.
La teología debe hacer un esfuerzo por reafirmar el solemne magisterio del Vaticano II, que después de tanto tiempo de inmovilidad y ausentismo, volvió a poner la Iglesia al servicio del hombre. La difusión del concilio no ha ido demasiado lejos, antes por el contrario, se ha quedado truncada a medio camino.
El mismo Espíritu que asistió al concilio para que dijera la verdad, lo asistió también para que la dijera claramente, y que la fidelidad a ese Espíritu no permite decir lo contrario so pretexto de explicarlo mejor. El camino como tal sigue abierto, la Iglesia misma es una realidad abierta, sometida a una sacudida histórica. El Vaticano II ha sido la inauguración solemne de una nueva etapa histórica para la Iglesia, y es necesario proseguir sin reservas el cambio iniciado por él, cambio que está en su primera fase con un primer período más positivo (con Pablo VI). La Iglesia católica es hoy una Iglesia del tercer mundo con orígenes históricos en el occidente europeo. ¿Qué figura histórica debe adoptar en estas nuevas condiciones del momento presente? Sólo el Espíritu de Cristo Jesús, creador e innovador permanente de su Iglesia lo enseñará.
La que estamos presentando, es una obra sólidamente documentada con citas de los más reconocidos teólogos y exegetas del siglo XX; además de incluir textos originales de bulas y encíclicas del magisterio. Su lenguaje es claro, ameno, regresando siempre a las mismas ideas de fondo, para insistir en mayor profundidad. Presenta la verdad objetiva sin matices ni paliativos.  No será agradable al gusto de quienes tengan una visión demasiado jerárquica y centralizada de la Iglesia Católica. Sí es una buena nueva de esperanza para quienes busquen sentido comunitario, apertura y participación en la construcción del Reino. Es una advertencia a no olvidar lo ocurrido en la historia de la Iglesia, y una voz de alarma como un llamado a la fidelidad al concilio Vaticano II, al Espíritu que lo impulsó;  y a Jesucristo, su persona, su palabra, su entrega y al movimiento de reforma espiritual profético suscitado por su resurrección.

Es bueno creer en Jesús, de José Antonio Pagola (Recensión)



Por: Roque Marcelino Regalado



PAGOLA ELORZA,  José Antonio, Es bueno creer en Jesús, Editorial San Pablo,  Madrid, 2012,  264 páginas.
ISBN: 9788428540827

José Antonio Pagola (Añorga, Guipúzcoa, 1937) es un sacerdote español, licenciado en teología por la Universidad Gregoriana de Roma (1962), Licenciado en Sagrada Escritura por Instituto Bíblico de Roma (1965), Diplomado en Ciencias Bíblicas por la Escuela Bíblica de Jerusalén (1966). Es conocido por haber sido el vicario general del obispo de San Sebastián José María Setién. Su último libro, Jesús, aproximación histórica, ha sido criticado fuertemente y finalmente ha sido aceptado por la Congregación para Doctrina de la Fe como libre de errores doctrinales.
Su reciente libro se titula Es bueno creer en Jesús. Es una edición revisada y aumentada de su libro Es bueno creer: para una teología de la esperanza, publicado en 1997. José Pagola ha considerado que los argumentos expuestos en su libro siguen siendo actuales, por esta razón toma la decisión de reeditarlo con la incorporación de nuevos temas (pág. 5).
El libro está dirigido a una sociedad que anhela alcanzar la felicidad y lo único que ha encontrado es soledad en la opulencia; José Pagola invita a sus lectores a creer de nuevo en Jesús como la única alternativa para encontrar la verdadera felicidad, aun en medio del sufrimiento. Ante todo porque este creer en Jesús nos da la esperanza que nos impulsa al futuro con un horizonte claro que es la resurrección como verdadera realización del ser humano.
Inicia su reflexión con las bienaventuranzas, entendidas como texto programático del movimiento cristiano (Mateo 5, 1-12). En ellas encuentra el mensaje de Jesús sobre la felicidad, que es plenitud de vida, un estado de bienestar, de verdad, de paz, que nace del reinado de Dios en los corazones de quienes viven en esa plenitud, a pesar de la insatisfacción de los deseos inmediatos (pág. 26). Esta felicidad —anunciada— opera una transformación que libera a las personas del egoísmo y desenmascara las felicidades pasajeras que da el placer desordenado, el bienestar materialista o las relaciones personales tendientes a esclavizar.
Sin embargo, esta felicidad que brota de las bienaventuranzas no evade la realidad del sufrimiento, porque en su mismo enunciado son precisamente los que sufren quienes encuentran esa felicidad. El autor advierte que la suya no es una actitud masoquista ante el sufrimiento, sino, profundizar en las causas por las que se acarrea ese sufrimiento a la vida. Así, Pagola, introduce la experiencia de Jesús como el que sufre por suprimir el mal, por tanto la felicidad del hombre está en llevar con fidelidad su cruz por la causa del reino en el seguimiento de Cristo, son bienaventurados (felices) los que sufren por hacer el bien, por luchar hasta alcanzar la justicia, por mantener limpio su corazón, libre de la maldad, etc. (pág. 61-74).
Para que este sufrimiento que nos trae la búsqueda de la felicidad no nos inunde en la decepción de los fracasos y la ansiedad de la inmediatez, es importante la virtud de la esperanza cristiana, que no es una esperanza ingenua, sino enrizada en Cristo. La esperanza del cristiano ante la cruz está fijada en la resurrección como última palabra del Dios de Jesús. Nuestra sociedad necesita conocer la esperanza ya que ante un mundo en crisis las personas buscan salidas falsas, evadiendo la realidad. Esta actitud irresponsable le lleva a crear rasgos hedonistas, pasivos, ligth sin metas ni referencia, individualistas e insolidarios, etc. La esperanza cristiana puede darle sentido, de nuevo, a la persona en la resurrección de Cristo (págs. 95-100). Para Pagola la resurrección de Cristo es la última palabra de Dios, Él está del lado de los crucificados, y anuncia una posibilidad que no está totalmente dentro de nuestro mundo. La resurrección es el fin último de los bienaventurados.
La fe en Jesús tiene como horizonte la salvación, entendida como salud integral de la persona, con el fin de reorientar la vida de una insana actitud psíquico espiritual, que lleva a la degradación total reflejada en la enfermedad física, a un estado de “bien ser” que ayude a confiar en el último fin del hombre que es la vida.
A mi parecer, una de las carencias del texto es que el autor deja a un lado el papel de la comunidad querida por Jesús que lleve a plenitud el proyecto de felicidad que el Padre quiere para todos sus hijos en su Hijo.  El texto hace una invitación a creer personalmente en Jesús, y ese creer me llevará a la felicidad haciendo la lucha por el reino. Sin embargo, el cristiano es también invitado a vivir esa felicidad junto a hermanos y hermanas que creen con él, que unidos por una misma fe y esperanza pueden transformar y liberar la realidad de toda desesperanza en el ámbito político, social, económico, que nos ha llevado a esta sociedad nihilista.
 Es bueno creer en Jesús, es una excelente libro que puede ayudar a aquellas personas que han decaído en su fe o que en estos instantes afrontan el sufrimiento de la contrariedad, la enfermedad o la ancianidad. Es también un texto que puede servir a los jóvenes a comprender y afrontar mejor la vida en sus etapas difíciles. Es un replanteamiento de la evangelización como buena noticia en este mundo desesperanzado.
Citas del Texto:
“El ser humano crece en la fragilidad biológica, psíquica y moral, en un mundo creado por Dios, que actualmente está en devenir, orientado e impulsado por ese mismo Dios hacia la plenitud” (Pág. 51).
“Imposible solidarizarse con los que sufren y buscan su dicha y liberación, sin sufrir la reacción de los poderosos” (Pág. 64)
“El Dios cristiano no es el Dios todopoderoso que nos arranca fuera de la historia y nos transporta, como por arte de magia, a la vida eterna. Es «el Dios de la esperanza» en el que confiamos desde la crucifixión. El camino real hacia la resurrección es la cruz” (Pág. 112).

viernes, 23 de agosto de 2013

La infancia de Jesús de Joseph RATZINGER (Recensión)



Por: Miguel Alfonso Muñoz Reyna

RATZINGER, Joseph, La infancia de Jesús,
Editorial Planeta, 2012/ www.planetalibros.com
1ª edición en libro electrónico
82 páginas.
ISBN 9788408039433


Joseph Ratzinger nació en 1927, sacerdote y teólogo alemán fue consultor durante el Concilio Vaticano II (1963-1965), cardenal Arzobispo de Múnich desde 1977 y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante el pontificado de Juan Pablo II (1982 – 2005). Electo Obispo de Roma en 2005 tomó el nombre de Benedicto XVI hasta febrero del año 2013 en que renunció y se convirtió en Papa emérito. Actualmente reside en el monasterio vaticano Mater Ecclesiae. Las publicaciones de Joseph Ratzinger alcanzan los 600 títulos, algunos de sus estudios no han sido publicados abiertamente, sino que ha sido dirigido para ciertos gremios, comisiones y documentos eclesiásticos. Iniciando en el año 2004 Ratzinger elaboró una interesante síntesis cristológica, misma que editada constituye una colección de 3 Tomos: Jesús de Nazaret - Desde el Bautismo hasta la Transfiguración, en abril del 2007. Jesús de Nazaret - Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, en el año 2011 y finalmente La Infancia de Jesús, en 2012 que es la publicación de la que nos ocuparemos.
Este libro esta articulado en cinco capítulos que recorren, de la mano de los evangelistas Mateo y Lucas, los acontecimientos de la infancia de Jesús revelados de manera diferente por ambos escritores sagrados de acuerdo a la tradición oral y documental de las primeras comunidades cristianas.
Las ideas fundamentales que el autor ofrece en su obra teológica son las siguientes:
1.  Jesucristo es una persona y un acontecimiento totalmente singular en la historia de la humanidad: A diferencia de otros grandes fundadores de religiones, Jesucristo es el cumplimiento de la promesa continuada de Dios a través de la Sagrada Escritura revelada al pueblo de Israel y a través de él, a la totalidad de la humanidad. En él y por él la revelación de Dios, creador del universo, alcanza la plenitud de los tiempos a la humanidad.
-       Anunciado en el Antiguo Testamento Jesús es, según la tradición judía, un profeta totalmente singular, mayor que Moisés, que anuncia el Reino de Dios y denuncia el pecado que a este se opone: «El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo de entre tus hermanos. A él le escucharéis» (Deuteronomio 18, 15). El mensaje totalmente novedoso de Jesús se ve confirmado por palabras y prodigios pues revela con autoridad lo que conoce, la intimidad de Dios Padre.
-       Si bien Dios se ha revelado de diversas maneras al pueblo de Israel, Jesucristo es la revelación definitiva de la presencia de Dios en la vida y en la historia de la humanidad, en Jesucristo y por Jesucristo el Padre es «Dios con nosotros», «el Enmanuel» definitivo, más allá de los signos del Antiguo Testamento (la nube, la columna de fuego, el arca de la alianza, el Templo) en Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Dios hace su morada de manera permanente.
-       El Reino de Dios con sus características de vida en abundancia, triunfo sobre el pecado, respeto a la dignidad humana, nuevo estilo de relaciones sociales en Jesucristo no es una propuesta sociopolítica sino la concreción histórica de la «presencia de Dios» en medio de su pueblo. Toda la simbología del Antiguo Testamento llega a su cumplimiento definitivo. En Jesucristo, el Reino de Dios se hace historia e inaugura una nueva historia, es la verdadera y definitiva Buena Noticia para la humanidad.
2.  Los escritos sagrados del Nuevo Testamento nos revelan al Jesús histórico tal y como la primera comunidades cristianas lo conocieron y experimentaron y de la manera en que los escritores sagrados de esa primera comunidad nos lo han querido revelar. No estamos ante mitos religiosos ni ante simples construcciones literarias o teológicas sino ante la fe viva de los primeros cristianos.
A través del método histórico-exegético el autor sostiene que los estudiosos contemporáneos conocemos a Jesús en su contexto, en el contexto de las primeras comunidades cristianas, a partir de este conocimiento los estudiosos de teología buscaremos entender las enseñanzas de Jesús y su aplicación en el contexto actual. Sin embargo y pese a todos los esfuerzos exegéticos y teológicos, algunas revelaciones del Nuevo Testamento referentes a Jesús siguen siendo misterios sujetos de estudio:
-       «¿Cómo será eso si yo no conozco varón?» (Lucas 1, 34 - 35)
-       «El Enmanuel y la virgen que lo da a luz» es Dios con nosotros (Isaías 7, 14 y Mateo 1, 23).

3.  Los orígenes de Jesucristo revelados en los evangelios de Mateo y Lucas corroboran la acción de Dios en la historia de la humanidad y la singularidad de Jesús como Hijo de Dios: Los evangelistas Mateo y Lucas, "después de investigar y corroborarlo todo" nos revelan la fe de las primeras comunidades cristianas. No estamos ante literatos talentosos que dan forma cristiana a leyendas orientales sino a escritores que recogen la fe de una comunidad y la expresan como Sagrada Escritura, como catequesis estructurada a partir de la memoria de dicha comunidad sobre los hechos y dichos de la persona de Jesucristo (Lc 2, 50-51).
-       «Concebirás por obra del Espíritu Santo al Salvador de Israel y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 26 – 38; Mt 1, 21). La anunciación y la concepción virginal de Jesús constituyen una irrupción totalmente original de Dios en la historia de la humanidad superándose a sí mismo en la concepción de los profetas del Antiguo Testamento.
-       Frente a Octavio César Imperator (= vencedor, jefe del ejército), «Señor» (= domine) y «Salvador» (= soter) de la humanidad por la Pax Romana, los evangelistas anuncian el nacimiento de Jesús, el verdadero Salvador de la humanidad por el amor y la humildad, la pobreza y la debilidad, él es la verdadera manifestación de Dios en la historia humana, en su construcción digna y humanizadora.
-       Al cumplir con la tradición judía de la presentación en el Templo, Jesús es incorporado plenamente en la historia del pueblo de Dios. Así se cumplen las promesas de la Alianza. Con el testimonio de dos «justos» (Simeón y Ana) Jesús es consagrado a Dios desde sus primeros momentos de vida, él es el Salvador verdadero de Israel y de la humanidad (Lc 2, 29).
-       Con los magos de Oriente y la huida a Egipto entra en escena Herodes con su significado histórico y teológico, es la maldad llevada al extremo del asesinato, del genocidio, es el mal usurpando para sí la identidad de Mesías que antes hemos visto en Octavio «Augusto» (= el que merece adoración). Con la presencia de los Magos de Oriente y del fenómeno astronómico de la estrella (Mateo 2, 1 - 11) el evangelista confirma la naturaleza única de Jesús, el Hijo de Dios así como la estrategia divina de escapar y burlar la brutalidad homicida del rey Herodes.
-       Jesús, en pleno uso de su libertad se sitúa como «Hijo del Padre» en el Templo de Jerusalén, así como lo hará posteriormente frente a sus familiares de Nazaret. Los evangelistas nos colocan ante un acontecimiento confuso y revelador, Jesús se sabe «Hijo del Padre» de una manera novedosa y transformadora, eso le hace crecer según una fórmula tomada del primer libro de Samuel (1 Samuel 2, 26) «en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres». La nueva creación ha dado inicio.
En conclusión, la encarnación de Jesucristo, el Hijo de Dios vivo revelado por los evangelistas es motivo de alegría universal, es la Buena Noticia que se sitúa en la plenitud de los tiempos dándole sentido final a la historia de la salvación, es la presencia definitiva de Dios en medio de la humanidad «con signos y prodigios» que inaugura una nueva era de solidaridad, justicia y libertad para todo el género humano. La Palabra de Dios escuchada y puesta en práctica es fecunda en el vientre de María, «¡Alégrate, llena de gracia!» (Lc 1, 28).

1. Ratzinger asume el método histórico - exegético con un profundo respeto por la tradición eclesial y las narraciones evangélicas de Mateo y Lucas, diferentes y a la vez concurrentes. Lucas se centra en la persona de María y sus recuerdos, Mateo por el contrario aborda los relatos desde la perspectiva de José a quien no duda de calificar como «hombre justo» (Mateo 1, 19).
Ratzinger publica esta obra en calidad de teólogo, de estudioso de la teología y no como un escrito pontificio: «No necesito decir expresamente que este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino  únicamente  expresión  de  mi  búsqueda  personal  «del  rostro  del  Señor»  (cf.  Sal  27,  8).  Por  eso, cualquiera  es  libre  de  contradecirme.  Pido  sólo  a  los  lectores  y  lectoras  esa  benevolencia  inicial,  sin  la cual no hay comprensión posible». (J. Ratzinger, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo hasta la Transfiguración, Pág. 9).
2. Para estudiar el misterio de Jesucristo se han aplicado dos vías de comprensión: una ascendente desde la historicidad de Jesús hasta su exaltación como Hijo de Dios y otra descendente, desde la divinidad hacia la Encarnación y la humanidad de Jesús («El Verbo se hizo hombre», Jn 1, 14). Este es el caso de la obra de Joseph Ratzinger, utiliza el método histórico exegético en una vía descendente de comprensión.
3. Los acontecimientos de la infancia de Jesús son históricamente veraces, presentados en clave teológica desde la lectura y la comprensión del Antiguo Testamento, el autor plantea como interrogantes de investigación fundamentales las siguientes: ¿quién es Jesús?, ¿cuáles son sus orígenes?, ¿cómo la comprensión de los orígenes de Jesús se enlazan con su posterior anuncio del Reino, su Pasión, Muerte y Resurrección? y la interrogante más importante para los lectores ¿cómo repercute la comprensión de este misterio en la vida de los creyentes de nuestro tiempo y nuestra sociedad así como de las comunidades de fe en que vivimos?
Una lectura recomendada y espiritualmente enriquecedora para todos aquellos que deseen contemplar la infancia de Nuestro Señor Jesucristo.