martes, 6 de mayo de 2014

NUEVO PARADIGMA TEOLÓGICO. El libro de Juan José Tamayo Acosta (Recensión)



Por: Ángel Iván García Rodríguez


TAMAYO-ACOSTA Juan José, Nuevo paradigma teológico, Trotta, Madrid 2003.
214 páginas

ISBN: 84-8164-658-X



Juan José Tamayo Acosta es un teólogo español que ha sido vinculado con la Teología de la Liberación debido a los trabajos realizados en esta perspectiva. Actualmente dirige la Cátedra de Teología y Ciencias las Religiones “Ignacio Ellacuría” en la Universidad Carlos III de Madrid, es profesor de la Cátedra Tres Religiones en la Universidad de Valencia. Ha sido Secretario General de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, miembro del Comité Internacional del Foro Mundial de Teología y Liberación, de la Junta Directiva de la Asociación para el Diálogo Inter-religioso en Madrid (ADIM) y del Patronato de la Fundación Siglo Futuro. Entre las publicaciones que han dado mayor proyección internacional a su pensamiento interdisciplinar se encuentran: Para comprender la teología de la liberación (2008); Islam Cultura, religión y política (2009); Otra teología es posible; Pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo (2012); Fundamentalismos y diálogo entre religiones (2009); Iglesia y sociedad en España (con José M. Castillo, 2005).

El libro que se presenta a continuación de Juan José Tamayo-Acosta, se titula Nuevo paradigma teológico conformado por catorce capítulos en donde invita a la teología actual a buscar un nuevo paradigma teológico, ya que el actual es marcadamente dogmático. Puesto que, si la teología quiere enfrentar de forma pertinente los problemas actuales debe encontrar nuevos paradigmas desde los cuales reformular su reflexión. El autor encuentra un camino posible en los puntos de convergencia entre las teologías del primer y tercer mundo, particularmente las teologías que parten de la Teología de la Liberación.

Tal como señala el autor, el actual paradigma teológico es marcadamente dogmático, por ello, existen expresiones de cansancio en relación al mismo. Más aún, algunos consideran  muchos de sus planteamientos anacrónicos pues no responden ya a los fenómenos hacia los cuales estaban dirigidos. El gran problema de la teología actual estriba en no esforzarse por dar respuestas nuevas a los problemas nuevos. Ella se encuentra, en estos momentos, descansando sobre respuestas ya sabidas. Si la teología quiere ser significativa debe volver al principio y a partir de su principio replantearse nuevos paradigmas. El autor propone los siguientes:

Paradigma intercultural e interreligioso. El tiempo de la hegemonía cultural terminó. En la actualidad, estamos frente a un pluralismo cultural nunca antes visto. Ante esta constatación, la teología debe reconocer que sus categorías son fruto de una cultura dominante. Por lo tanto, debe recurrir al diálogo intercultural simétrico. Esto significa reconocer los rasgos liberadores presentes en cada cultura, lo cual ha de ser el fundamento de la teología del diálogo interreligioso. La pretensión monoteísta de una única religión ha de ser sustituida por la pluralidad de religiones que dialogan a partir de las víctimas y la praxis ética. Para esto, el punto de partida se encuentra ya en las tradiciones emancipatorias presentes en las diversas religiones del mundo. Este diálogo emancipador dará origen a una interespiritualidad que bota los muros divisorios y permite el enriquecimiento mutuo.
Paradigma hermenéutico. Este paradigma busca librar a todas las religiones del fundamentalismo que puede generarse en ellas mismas. Para que esto sea posible es necesario pasar de una teología fundamentada en la exégesis de los textos, a una hermenéutica de los mismos en busca del sentido profundo de estos. El riesgo de una vinculación pétrea con los textos es la esclerotización de la religión. Esto sucede cuando ella se convierte en un discurso aprendido y repetido como glosa de los textos oficiales. Se trata por lo tanto no de repetir, sino de inteligir; y esto es sólo posible desde la interpretación.
Paradigma feminista. La hermenéutica de la religión, lleva necesariamente a tomar conciencia de la importancia del discurso de género en la reflexión teológica. Se trata de hacer la lectura crítica de la clave patriarcal presente en las religiones para purificarlas de esto. La lucha y el sufrimiento por parte de las mujeres deben empujar al teólogo a desterrar todo androcentrismo de su reflexión. Por lo tanto, las categorías de análisis feministas se convierten en un lugar necesario para la reflexión de todo teólogo. La teología en clave feminista no es un deber sólo de la teóloga, sino de todos los y las teólogas/os con el objetivo de no ejercer bajo ninguna manera la violencia de género y ayudar a la erradicación de todas las formas de exclusión de la mujer.
Paradigma ecológico. A partir de la hermenéutica y del feminismo, otra consecuencia es afirmar con seriedad que el ser humano no es señor de la tierra. Así como es ineludible e imperativo el destierro de todo androcentrismo, así también aparece la imperativa necesidad de vaciar el discurso teológico de antropocentrismo. En la actualidad, una de las tareas de la teología consiste en dar voz a la tierra misma para buscar la liberación conjunta de la persona humana y del sistema ecológico en el que vive. Para ello, la teología ha de estar en diálogo permanente con las ciencias de la naturaleza, y a partir de ellas dar voz a la tierra.
Paradigma ético-práxico. Siguiendo a G. Gutiérrez, Tamayo afirma una vez más que el momento primero de la teología es la ética y la praxis, a partir de esto se ha de formular una teología que responda a las realidades humanas en forma realizable. Por tanto, la teología responde sobre todo a la razón práctica y se construye a partir de los nuevos sujetos de la historia: los y las marginadas/os. Esto supone despertar de la inocencia social, histórica, étnica y cultural. Esto significa reconocer la relación de la religión con la superestructura; comprometerse en las diversas luchas que acontecen en el ahora para aliviar el sufrimiento y luchar por la justica; salir de la centralidad del varón blanco cristiano, para abrirse a toda la humanidad en su complejidad étnica, cultural y religiosa.
Paradigma utópico. La virtud teologal de la esperanza vuelve a tomar un puesto significativo. No basta la fe, se debe realizar una reflexión sobre la esperanza cristiana inteligente e inteligible para los demás. Se trata de la unión de dos vías: la interrogativa y la utópica. La primera pregunta sobre el porqué de la situación actual. La segunda se atreve a soñar con lo aparentemente imposible. De la convergencia de ambas brota la posibilidad real de la construcción de una realidad aún no existente, pero posible. Se trata de recuperar el principio de la esperanza activa y docta (J. Moltmann y E. Bloch).
Paradigma económico. Se hace tan necesario incorporar el tema económico en el discurso teológico. Esto ha sido posible a través de la teología política en el primer mundo y a través de la teología de la liberación en el tercer mundo. Por tanto, si la economía es una ciencia humana que debe contribuir a la realización integral de la persona y de la sociedad, el discurso teológico tiene algo que decir al ámbito económico mundial, inspirando a los modelos económicos a un proyecto de libertad, conciencia, responsabilidad, solidaridad y priorizando el bien común.
Paradigma anamnético. Es el recuerdo subversivo de la víctima. El uso del término anámnesis lo lleva a situar a la víctima en el plano sacramental. No se trata de de un recuerdo simple, sino de un paralelo real con la anámnesis de Cristo, la víctima que reúne en sí a todas las demás del mundo. De esta manera, adquiere también un carácter apocalíptico en el cual la memoria de la víctima es siempre subversiva. La obediencia al sufriente es el fundamento de toda la moral, desestabilizando así el presente sirviendo de defensa de la causa de los vencidos.
Paradigma simbólico. Todas las religiones se comunican a través del lenguaje de lo simbólico. El paradigma hermenéutico implica necesariamente el paradigma simbólico. Sólo el símbolo es capaz de acarrear en sí mismo el carácter polisémico de la religión y las culturas.
Finalmente, el autor se pregunta: ¿Tiene futuro Dios en este mundo? Para Tamayo Dios está más allá del teísmo. La fe en Dios tiene futuro si es capaz de responder al ser humano. Para que esto sea posible, la fe debe situarse entre la mística y la liberación. El futuro de la teología depende de la capacidad de unir ambas realidades.

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