martes, 10 de septiembre de 2013

INVITACIÓN A LA UTOPÍA. ESTUDIO HISTÓRICO PARA TIEMPOS DE CRISIS. DE JUAN JOSÉ TAMAYO (Recensión)



Por: Tito Escalante.

Tamayo, Juan José, Invitación a la Utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis.
Editorial Trotta, Madrid, 2012.
304 páginas.
ISBN: 9788498793123.

Juan José Tamayo (Amusco, Palencia, 1946) es doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Dirige la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría” en la Universidad Carlos III de Madrid, es profesor de la Cátedra Tres Religiones en la Universidad de Valencia y profesor invitado en numerosas universidades nacionales e internacionales. Es, asimismo, secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, miembro del Comité Internacional del Foro Mundial de Teología y Liberación, de la Junta Directiva de la Asociación para el Diálogo Interreligioso en Madrid (ADIM) y del Patronato de la Fundación Siglo Futuro. Dirige cursos especializados de teología y ciencias de las religiones, y colabora en revistas latinoamericanas y europeas y en obras colectivas con estudios e investigaciones sobre ciencias de las religiones, teología de las religiones y teología de la liberación, disciplinas las dos últimas de las que es uno de sus más reconocidos especialistas mundiales. Con el presente libro se completa su trilogía sobre la utopía, cuyas dos entregas anteriores son: Religión, razón y esperanza. El pensamiento de Ernst Bloch (1992), su tesis doctoral en filosofía bajo la dirección del profesor Carlos Parías, y Para comprender la escatología cristiana (2008).

Viaje in terram utopicam es el título del primer capítulo de libro Invitación a la utopía de Juan José Tamayo. En este capítulo realiza una descripción del concepto utopía y de su desarrollo histórico. Se considera de mucho valor la etimología de la palabra «utopía», pues existen discrepancias en cuanto al origen del término, generalmente se proponen dos opciones: outopos y eutopos. Las dos opciones aportan positivamente a la construcción de un concepto útil en el contexto que Tamayo propone. Outopos como lugar no existente pero deseable y eutopos como el buen lugar al que todos aspiramos.
Tamayo realiza una reflexión sobre la utopía partiendo de la antigüedad griega. Presenta a Homero con La Odisea en el episodio de los feacios,  lo que ha sido considerado por los críticos literarios como “la primera utopía de nuestra tradición literaria y cultural”. Dentro de este contexto encontramos la utopía de Platón a quien se le considera el «padre del pensamiento utópico». Durante la Edad Media hubo cantidad importante de propuestas utópicas, que van desde Ireneo de Lyon con su interpretación literal del Apocalipsis y su milenarismo. Agustín de Hipona se opone a la interpretación milenarista literal, a la que define en la Ciudad de Dios como «fábulas ridículas» y extiende el milenio al tiempo de la iglesia. El tiempo que transcurre desde la primera venida hasta la segunda es el auténtico milenio, es decir, el reino «que es en la tierra la iglesia». Además de tan connotados teólogos medievales, no podemos dejar a Joaquín de Fiore, Francisco de Asís y Pedro Valdo, a quienes Bounaiuti presenta como los impulsores de la primera reforma eclesial. Pedro Valdo, ni pertenecía a la clerecía ni al monacato, era un acaudalado comerciante que repartió su fortuna entre los pobres y que hizo suyo el lema de Francisco de Asís: «Seguir desnudo a Cristo desnudo». Francisco opta por la pobreza absoluta inspirada en el Evangelio. Al orgullo, la avaricia y el espíritu mundano de los eclesiásticos responde con el testimonio de la humildad y el ejemplo de la caridad. Francisco propuso la no-violencia activa. Algunas de estas propuestas utópicas fueron vistas con sospecha por la Iglesia, pero recibidas con entusiasmo por las comunidades que eran beneficiadas por estos sueños de cambio. Se conoce de importantes movimientos utópicos que ejercieron su influencia en la sociedad tales como los Espirituales y los moderados surgidos del pensamiento franciscano en el paso del siglo XIII al XIV. El horizonte ideológico en el que se movían era la teología de la historia de Joaquín de Fiore y su impaciencia por el advenimiento de la tercera era, que comportaría la realización de la utopía de una iglesia y una sociedad igualitaria.
El sentido de insatisfacción que estaba presente y el deseo de un mundo mejor movió a Tomas Müntzer con su utopía quiliástica. No podemos hablar de utopías sin reconocer a Tomás Moro, creador según muchos del concepto con su libro Libellus vere aureus nec minus salutaris quam festivus de optimo reipublicae statu deque nova insula Utopía. Se atribuye a Tomás Moro la creación de la palabra utopía,  neologismo de origen griego cuyo significado es no-lugar. La obra se tradujo al inglés en 1551 y el término utopía hizo fortuna. La idea de Moro es que utopía es «País de ninguna parte» por considerar poco probable que un Estado tan perfecto pudiera existir alguna vez en algún lugar. Sin olvidar al dominico Tommaso Campanella con su propuesta de La Ciudad del Sol.
La utopía encuentra su fundamento en la inconformidad y la insatisfacción; el utopista no es un soñador empedernido, que ha caído presa del pensamiento fantasioso. Sino que es un soñador despierto, que se resiste a aceptar la realidad de manera pasiva,  que está dispuesto a despertar las conciencias adormecidas por la costumbre, la ideología y el espiritualismo. La utopía de un mundo mejor le guía a tener esperanza. Le  impulsa a cree en un mundo donde las mujeres serán tratadas con respeto y valoradas como seres humanos. Es ese no-lugar lo que inspira al pensador utópico, determinado por contribuir a la existencia de ese lugar inexistente
Los cambios sociales han estado presentes en los últimos siglos, hubo un interesante despertar a la posibilidad de un mundo mejor. La no aceptación del status quo, la resistencia activa y el deseo de transformación, se apoderó de la mente y la voluntad de la clase obrera. Parecía ser que la humanidad se estaba acercando al mundo utópico con el que siempre había soñado. Es importante reconocer la significativa cuota de mártires que fueron sacrificados en la construcción de una sociedad más justa.
Sin embargo, parece ser que todavía no se materializa la gran utopía de la humanidad, con la llegada del Siglo XX las cosas en realidad no mejoraron, nos enfrentamos a dos guerras mundiales,  la polarización del mundo y al empoderamiento del capitalismo lo que ha tenido efectos devastadores en la ecología,  acrecentando más la brecha entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada, el trato inhumano de la clase trabajadora y la desintegración de la familia como producto de la sociedad de consumo.
Tamayo hace un planteamiento que adquiere gran valor y es la propuesta del reino de Dios como la gran utopía. Mientras los seres humanos realizaron importantes esfuerzos por regresar al orden el caos social producto del egoísmo, es necesario asumir los límites que estos esfuerzos han tenido. La humanidad ha avanzado, pero no lo suficiente. Todavía hay cosas que están mal. En este tema Isaías nos proporciona interesantes imágenes utópicas un ejemplo es el siguiente: «Miren, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Lo pasado quedará olvidado, nadie se volverá a acordar de ello» (Isaías 65:17); para Isaías esta nueva creación se realiza con la llegada del Mesías. Jesús de Nazaret es la  materialización del reino de Dios, su vida, enseñanza y ministerio, le permite a la humanidad recuperar la esperanza de una vida plena. La vida y mensaje de Jesús de Nazaret se caracteriza por su interés en la libertad, la justicia, el amor y el buen vivir. Es la búsqueda de la libertad que rompe las cadenas de opresión manifestadas a través de las enfermedades, el hambre, la marginación y la exclusión social. Jesús en Lucas 4:18-21 encarna la misión libertadora que como Mesías debía asumir. Y termina la lectura afirmando: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros».
El trabajo de Juan José Tamayo, con su recorrido histórico a través de la evolución y desarrollo de las distintas utopías, es de sumo valor en tiempos en el que las personas están perdiendo los deseos de vivir y  el fatalismo se ha apoderado de las mentes, donde el pesimismo en relación al porvenir ha discapacitado a las personas, hundiéndoles en un terrible nihilismo. Vivimos en tiempos de crisis y necesitamos con urgencia recuperar la capacidad de creer en un mundo mejor. Es un llamado a la comunidad cristiana para ir más allá del discurso y continuar trabajando por la transformación de este mundo a través de la promoción y práctica de los valores del reino de Dios.  
El aporte que este libro y el pensamiento de Juan José Tamayo ofrece a la teología  es innovador y puede resultar incómodo para algunos, que prisioneros de sus ideas, elevan sus defensas y trabajan por desautorizar la voz de este utopista del siglo XXI. Sin embargo, no se puede negar la influencia que está experimentando en diversos círculos de reflexión teológica, tanto en el mundo católico como evangélico en América Latina.

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