Por:
Mario A. Aguilar Joya
Doctor
en Medicina y estudiante del Doctorado en Teología
Empatía,
cuyo significado etimológico es “Sentir en” o “Sentirse dentro de” puede
definirse como la capacidad de comprender, ser sensible y consciente de manera
vicariante con los pensamientos,
experiencias y sentimientos de otras personas, sin que estos hayan sido
expresados verbalmente o comunicados de manera explicita u objetiva. El
Diccionario de la Real Academia de la Lengua en su última versión define
empatía como la “Identificación Mental y Afectiva de un sujeto con el estado de
ánimo de otro”. La finalidad última de
la empatía es entender desde la “perspectiva del otro” la situación que se está
viviendo.
El
concepto de empatía fue introducido inicialmente al campo de la Psicología por
Theodor Lipps a principios del siglo XX;
su impacto actual va desde la
Neuropsicología a la Psicoterapia. En la actualidad es usado como instrumento de gran utilidad en la Medicina,
Psiquiatría y Psicología, sin embargo su mayor importancia no está en el campo
de las Ciencias del Comportamiento y en la Medicina; su verdadero valor radica
en que la empatía es fundamental para establecer relaciones esenciales y
duraderas que constituyen el principio de conexión e interacción entre los
seres humanos. No hay duda que la habilidad de los individuos de ser empáticos
es una destreza invaluable en las relaciones humanas.
Lo
contrario a la empatía es la ecpatía,
literalmente “sentir fuera” y se define como un proceso totalmente voluntario
de exclusión de los pensamientos, motivaciones, actitudes y sentimientos
inducidos por otro ser humano. Ecpatia es un concepto relativamente nuevo, que
aun cuando antagoniza a la empatía, de alguna manera también lo complementa,
puesto que impide el apropiado manejo del contagio y contacto emocional a
través del bloqueo de los sentimientos ajenos, con el fin de preservar la
integridad emocional de la persona que lo comparte. En este sentido, el proceso
de ecpatía es una exclusión activa de los sentimientos inducidos por otros y
como tal un mecanismo de defensa.
La
masacre de niños del pueblo de Newtown en Connecticut es un ejemplo en donde
muchas personas se volvieron ecpaticas con el hecho violento; aduciendo que “ya
hay suficiente violencia en el país” o “que no toleran ver más violencia en los
medios”. Esta reacción es perfectamente
comprensible, sin embargo no debemos permitir que la ecpatia tome las riendas
de nuestras emociones. En situaciones de
crisis como son la violencia desbordante que se vive a nivel mundial, el poder ser empáticos nos permitirá ser mejores seres
humanos, sintonizados con el dolor y sufrimiento de otros y de esta manera
dispuestos a ayudarlos de una mejor manera. Usted decide.
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